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La represión financiera no ha hecho más que empezar, pero se puede evitar

Si tuviéramos que elegir el factor más importante en los mercados en el último año, creo que no nos equivocaríamos si dijésemos los tipos de interés. Me voy a centrar en el rendimiento del bono más importante del mundo, el bono a 10 años de EEUU. Hace casi un año que los tipos cambiaron de dirección, aunque muchos no se dieron cuenta hasta que ganó Trump. Su victoria fue un empujón a algo que ya había comenzado y que no era más que una reacción al rebote de la inflación por el precio de las materias primas, especialmente el petróleo.

Llevamos más de tres décadas de bajadas de tipos de interés y acumulación de deuda. Esto quiere decir que alguien que comenzase su carrera profesional en 1981 con 25 años, hoy, a punto de jubilarse, no ha vivido una economía que puede funcionar también desapalancándose. Ya he escrito alguna vez que la deuda se tiene que digerir. Y tras todo este atracón, la digestión tiene que ser larga, pesada y casi con ayuda de “Almax”.


Muchos y muy importantes analistas e inversores hablan del fin del ciclo alcista de los bonos (en precios, en rendimientos bajista) que dura ya 36 años. Imaginemos por un segundo que están en lo cierto y los mínimos del bono americano a 10 años se dieron en 2012 y 2016. En un mundo tan endeudado, los tipos no pueden cambiar de tendencia rápidamente ya que una subida excesiva de éstos puede llevar a la quiebra incluso a naciones que estén muy endeudadas.

En el ciclo de deuda de largo plazo anterior, vimos que el tipo de interés americano a 10 años estuvo entre el 2% y el 3% durante casi 20 años. Hay que recordar que para aquella época se trataban de tipos en mínimos históricos, por lo que el sentimiento de excepcionalidad pudo ser parecido. Tanto tiempo con el bono en ese rango es completamente lógico, la única manera de devolver tanta deuda es poco a poco. Por lo tanto, ver el bono a 10 años llegar al 4% podría ser contraproducente. Además, ante cualquier tipo de riesgo los bancos centrales ya se encargarían de imprimir ad infinitum. De esta manera, lo que deberíamos esperar si estos analistas estuvieran en lo cierto, es un valle de incluso décadas de duración entre el 1,5%-3,5%. Además, la demografía y la tecnología están empujando la inflación a la baja, lo que ayuda a que no se disparen los tipos.

De esta manera, el consenso está más por las subidas de tipos en los próximos años que por lo contrario. Pero el consenso no siempre tiene razón. No he leído a casi nadie que defienda justo lo contrario. Que los tipos negativos que aún hoy se ven en muchos bonos son sólo el principio. Y eso me mosquea.


Desde que comenzasen las bajadas de tipos en 1981, todas las recesiones han venido precedidas por un toque del rendimiento del bono a 10 años al techo de su canal bajista. Es cierto que sólo es condición necesaria, pues en 1988 o 1994 no se cumplió. Son consecuencia de las subidas de tipos a finales de cada ciclo, pero ni en 1988 ni en 1994 la curva de tipos se llegó a invertir. Sin duda, en algún momento ese canal se romperá. ¿Será esta vez la definitiva? Esa línea está en torno al 3% actualmente, por eso muchos tienen esa cifra como referencia.

Es por esto, que ver subir los tipos hasta esa frontera debería ser tomado como una alerta. Aunque la curva no se invirtiera. Puede que este ciclo bata todos los records de longevidad, pero en algún momento llegará una recesión ¿Y cómo creen que responderán los bancos centrales? Como siempre. Bajando tipos. Y el cero ya no es una frontera.


Además, los puntos de inflexión, tanto picos como valles, de los dos últimos ciclos de deuda de largo plazo siempre se han dado en recesiones (1921, 1941 y 1981). Por lo tanto, los mínimos de la rentabilidad del bono a 10 años de 2009 (2,5% aprox.) deberían haber marcado mínimos si realmente el ciclo de deuda hubiera llegado a su fin y la historia se repitiese. Pero todos sabemos lo que pasó después, y la trampa que nos han organizado los bancos centrales.

A todo esto, se suma una de esas casualidades que pone la piel de gallina. Puede ser ciencia ficción, pero llama la atención la perfecta simetría en tiempo que tienen los procesos de apalancamiento y desapalancamiento. Y como de si una simple homotecia se tratara, podríamos fijar el mínimo de rentabilidades en el entorno del 0% para el bono a 10 años USA allá por 2021.  

Si esto llegase a suceder, que es un gran condicional pero no tan descabellado, lo primero que nos deberíamos preguntar es a qué niveles quedarían entonces los tipos de interés de corto plazo.  Pues como vemos en el caso alemán o japonés, lo más seguro es pensar en una curva de tipos americana en terreno negativo, pero ¿hasta qué punto?

Pues visto el escaso éxito de estos últimos años, me animo a pensar que atacarían los ahorros de la gente. Esto es, tipos al -1% o -2% y cobrar por tener dinero en el banco. Obviamente, esto produciría una masiva retirada de fondos de los bancos que ya sabemos no tienen. Y como lo de provocar un corralito a nivel mundial se les puede ir de las manos, creo que entraría en juego la última medida que les queda por tomar. La prohibición del dinero en efectivo. Desgraciadamente, la revolución digital va en favor de este movimiento y de ahí el empeño de los bancos por desarrollar sistemas de pago electrónicos de todo tipo.

Esta idea no está tan lejos como parece. Algunos países nórdicos ya lo han planteado. India prohibió el año pasado la circulación del billete más usado. China controló las salidas de capitales. Y en Europa poco a poco se va situando el límite máximo de transacciones en efectivo más y más bajo. En España ya son 1.000€. De hecho, no haría falta prohibir el dinero físico en sí, bastaría con plantear un impuesto o penalización a estas transacciones mayor al tipo negativo del depósito. Y así, es como se destruye el supuesto capitalismo en el que hemos vivido.

¿Cómo sobrevivir a un atraco así?

Afortunadamente, el ingenio del ser humano es inquebrantable. Allá por 2009, alguien bajo el pseudónimo de Satoshi Nakamoto, dio vida al Bitcoin. Puede que al ver el riesgo que podía tener el dinero en el banco con los tipos al 0%. Este visionario creó lo que puede que sea la gran escapatoria a esta trampa bancaria. Aunque lo interesante no es la moneda en sí, de hecho hay otras muchas criptomonedas, sino la tecnología que la soporta. Hay que pensar que en tan sólo 8 años se ha expandido y aceptado mundialmente. ¡Hasta han surgido mecanismos de inversión en él!

Se trata de un concepto difícil de explicar y asimilar y en el que la gran mayoría (entre los que me incluyo hasta hace pocos días) no confían. Algo digital, intangible, que no está soportado por nada ni que controla nadie no puede ser de fiar. Curioso cómo el ser humano, en última instancia, prefiere pensar que una falsa red de seguridad existe bajo sus pies cediendo el poder a algo o alguien que promete salvarle.

Lo que me está convenciendo es ver cómo lo que parecía una burbuja de libro no termina de hundirse. Sería perfectamente normal ver caídas superiores al 50%. Pero cada día que pasa, Bitcoin (y las criptomonedas como concepto) se hace más fuerte. Más fuerte respecto a problemas de seguridad o manipulación. No soy experto informático pero imagino que algo así será más vulnerable cuantos menos ojos tenga encima. Algunos hablan de que se podría prohibir, aunque veo difícil prohibir algo que no se puede controlar ni que depende de ti. Aún no está claro quién o qué está detrás de su espectacular subida, pero si no cae pronto, empezaré a pensar que la supuesta ciencia ficción de los párrafos anteriores no lo es tanto y que la cosa va muy en serio.


En caso de duda, siempre podremos acudir al oro. El gran problema del oro, que es su usabilidad en estos tiempos modernos, se está resolviendo con empresas como Goldmoney que te permiten usar tus reservas de oro como dinero a través de una tarjeta Mastercard haciendo el cambio en el que se encuentre en ese momento el cruce oro/divisa en la que te cobran. No tengo acciones de esta empresa, pero el concepto me gusta. De momento no se puede pagar con oro físico en una tienda o en un restaurante ni con acciones de un ETF de oro.

En un supuesto escenario como este, el oro y las criptomonedas alcanzarían valores inimaginables hoy. Yo no creo que el sistema se resetease o hubiese una gran crisis financiera, pero sí creo que podría ser la manera de limitar el poder que los bancos centrales tienen hoy. Una nueva era financiera con lo mejor de lo antiguo y lo moderno, más libre y más justa.

Hoy esto es sólo una posibilidad que puede parecer lejana. Pero los ingredientes están todos, y cada vez más alineados.

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